domingo, 28 de noviembre de 2010

Igual que otras veces...

Lo esperé bajo la lluvia, como la primera vez. Aunque Agosto estaba en toda su plenitud, llovía, igual que hace dos noches.
Quise decirle que era mejor dejarlo, eso le habría puesto las cosas muy fáciles, pero callé. Dejé que me preparase la cena, y que encendiese velas, igual que otras veces. Dejé que abriese el vino, su favorito, y bebí con él. Dejé que me besara, y le devolví el beso, uno, dos, tres... quién puede contar los besos cuando ama. Dejé que me dijera que lo volvía loco, que me quiere, que soy su vida, y confesó que había pensado no verme. Lo sabía, le dije, pero quise que tú me lo dijeras. Le ofrecí lo que soy, sin plazos, sin exigencias, sin nada a cambio más que una cosa. Se sincero siempre, dime lo que sientes, haz que yo lo sepa, eso le pedí, poca cosa supongo. Su vida está cambiando cada segundo, para alejarlo de mi. Hay momentos en que lo siento tan cerca, que casi creo que si pudiera cambiaría las cosas, pero eso es pedir un imposible, ni él puede, ni yo lo consentiría. Me devolvió a casa antes del amanecer, igual que otras veces. Se va de viaje, y no sé cuando volveremos a vernos, ni si lo haremos. No hubo despedidas, ni promesas, sólo un beso de madrugada y un hasta luego.

Y tú, apareces hoy, desesperado porque no me ves, nervioso y agitado porque me echas de menos. Diciendo que me buscas en el aire y no me encuentras, diciendo que me quieres y es la primera vez que lo dices, diciendo que me necesitas y que no sé el poder que tengo sobre ti, sobre cualquier hombre. Casi me he reído al oír eso, sobre cualquier hombre... no, no sobre cualquiera he querido decirte, no, ni siquiera creo tenerlo sobre ti. Pero he callado, igual que otras veces contigo. Y he dejado que me ames, dándote lo que de verdad echabas de menos, lo que de verdad necesitabas. No he sentido que traicionase a nadie, ya no hay nadie en mi corazón, bueno... quizá si, pero está haciendo las maletas.

viernes, 26 de noviembre de 2010

No creo.

De pequeña usaba la ropa que a otros ya no les servía. Casi nueva, casi sin usar, casi bonita, casi es lo que tienen tus amigas, casi, casi, casi era mía. Puede que fuese entonces cuando me acostumbré a conformarme con las sobras de los demás. Porque es lo que hay, porque si tienes esto para que quieres más, porque es bueno, aunque sea a ratos, aunque sea una noche, aunque sea... de otra. Esta vez nadie me obliga, nadie me riñe porque quiera otra cosa, ahora soy yo solita la que elige quedarse con ese poco, que me suele parecer mucho.
Él tiene razón, no creo en mí.
No valgo, no sirvo, no merezco, no soy.
Esa soy yo.
No, no creo en mí.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Fe.

Él cree que no creo en nada ni en nadie.
Hemos quedado en vernos, y tres veces, las mismas que Pedro(¿fue él no?) negó a Jesús, me ha dicho... si no puedes lo dejamos para otro día. Pensé ponérselo fácil y decirle que no, que no podía verlo, pero no lo he hecho. Si no quiere verme tendrá que decírmelo, puedo allanar el camino, quitar las espinas con mis propias manos, no soy orgullosa y lo sabe, pero... en fin...
Todo parece cuestión de fe.

sábado, 20 de noviembre de 2010

No puedo hacerlo...

El día está muy gris, pero detrás de todas esas nubes el cielo es tan azul como siempre.
No he dejado de escribirle, no puedo hacerlo, no he dejado de derramar este amor que me llena, no puedo hacerlo. No quisiera romper lo que tenemos, sólo adaptarlo a las circunstancias. Quiero ofrecerle mi vida, y no puedo hacerlo. Me debato entre lo que creo que es mi deber, y lo que de verdad deseo hacer. No puedo dejar de pensar en él, no puedo dejar de pensar en mi. Pasará la tormenta y el tormento, lo sé, sé que se pasará, siempre lo hace, pero me está destrozando. Acaba con mis fuerzas, me roba el sueño, y no me deja descansar. La felicidad más absoluta lo rodea, sólo hay un punto oscuro en su vida, y soy yo, y no soy capaz de desaparecer, ni siquiera sé si él quiere que lo haga. No me importa quedarme a mendigar migajas, devorar las sobras como si fueran el más lujoso manjar, siempre que sea él quien me lo ofrezca. Si, lo sé, suena.... tan mal como me siento. Pero no puedo aspirar a más, y ahora mismo, no puedo renunciar a él, no por voluntad propia, y él, aún no me ha dejado marchar. Retiene un delgado hilo, que yo sostengo con fuerza.
Lo sé, es un amor a la desesperada, sin futuro, sin presente y con apenas un pasado. Sé que sería mucho mejor terminarlo cuanto antes, pero no puedo hacerlo, y él... dijo mientras enjugaba mis lágrimas que yo... era el amor de su vida.
El día sigue estando muy gris...

domingo, 14 de noviembre de 2010

No lloraré

Los finales felices no existen, sólo son finales nada más. Algo comienza y termina. Esta vez ha sido tan breve...
Quizá yo debí saber algunas cosas, quizá debí hacer caso de quien me advertía, quizá no debí empezarlo. Sabía que dolería, pero no imaginé que tanto. Él ya no está, puede que nunca haya estado más que en mi imaginación. El destino ha decidido por los dos. Si había poco lugar para mi, ahora no hay ninguno, y no voy a levantar ni un dedo, no pelearé, porque no tiene sentido hacerlo. Me retiraré lo más dignamente que pueda.
Y no lloraré, no hay hombro sobre el que hacerlo...