miércoles, 30 de marzo de 2011

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Llegas, tan sólo te quedarás unos minutos.
Me abrazas, me besas, apartas el pelo de mi cara, que guapa eres me dices. Para tus ojos, te digo yo. Nos sentamos juntos, sin poder estarnos quietos, sin dejar de abrazarnos, sin dejar de besarnos, sin dejar de mirarnos a los ojos. Los imposibles siempre están ahí, revoloteando, aunque prometí no volver a mencionarlos y he cumplido mi promesa, sin embargo están ahí., como la espada de Damocles.
Y tus manos jugarán con las mías, hasta que llegue el momento de marcharte.
Una vez más, puedo dejarte salir por mi puerta, pero jamás podré dejarte salir de mi corazón.

sábado, 26 de marzo de 2011

Arriba y abajo

Las dudas crecen en mi, como champiñones en lugar húmedo.
Puede que sólo le busque los tres pies al gato. Sé como soy, y sé lo que soy. Y de repente me ha dado por pensar, si eso que soy, o eso que no soy, no será también algo que estás teniendo en cuenta.
No tengo carrera ni cargo, como tiene alguna otra ¿es por eso por lo que no te merezco la pena?
De repente me sentí como la sirvienta enamorada de su señorito, y aunque no es el caso ¿Aún hay quién piensa en esas cosas, en bajar o subir, digamos de... categoría social?. Últimamente mis cartas han estado llenas de alusiones a lo poco que puedo ofrecer, amor, sólo eso, pelado y mondado, pero del bueno, del que no se compra, de ese que es difícil de hallar. Y tú, nunca dices, que llegado el caso eso sería suficiente, ni siquiera por cumplir. Haces bien desde luego en no decirlo si no lo piensas. Y eso, me da que pensar a mi. No sé si te das cuenta, que sólo pido de lo mismo que ofrezco, que me sobran las carreras, los cargos, y los grandes sueldos. Yo, en un alarde de tonto romanticismo, te dije, que si me dieran a elegir entre el mundo entero con todas sus riquezas y todas sus posibilidades, y tú, con tan sólo tus manos vacías, ni siquiera lo dudaría un instante y me quedaría contigo. Y sólo dijiste... que bonito.
Como quisiera que alguna vez, la tortilla se volviese de mi lado.

viernes, 25 de marzo de 2011

La historia interminable

Me enfado, en realidad sin motivo ni razón, las cosas... son simplemente como son.
Ni siquiera encuentro a quien echarle la culpa, aunque siempre puedo culparte a ti. Y como te dije ayer, entre la ira y las lágrimas, estoy yo, tratando de mantener el equilibrio. No soy ni la una ni la otra, ni la que grita, ni la que llora. Siempre espero que hagas un poco más de lo que haces, siempre espero que pongas por delante lo que sientes, antes de lo que debes. Arquitecta de castillos en el aire, creaciones maravillosas destinadas a derrumbarse, y a sabiendas de cual es su fin, no dejo de construirlos, una, y otra, y otra, y otra y otra vez. Intento aceptar, ya que parece que no alcanzo a comprender. Y algo en mi siempre se rebela, justo cuando creo que todo está dominado, cuando decido que ya está bien, que no sirve de nada, que para qué, que no quiero seguir así, que fue bonito mientras duró, pero que él... él no me quiere a mi. Puede que me ame, como a nadie en este mundo, puede que yo sea el amor de su vida, pero no me quiere en ella.
Y este corazón loco, que no atiende a ley alguna, que se cree el rey del mundo, que se piensa invencible, siempre encuentra un resquicio, siempre ve algo en una mirada, o encuentra un sabor distinto en sus besos, algo, que por poco que sea, lo llena de ánimo una vez más.
Y vuelta a empezar, aunque... en realidad, nunca ha acabado.

viernes, 18 de marzo de 2011

Nunca podría.

Cómo podría cansarme de ti.
¿Se cansa quizá la semilla del agua que la hace brotar, o de la tierra que la alimenta, o del sol que la calienta?
Cómo puede cansarse, de lo que le da la vida.

lunes, 14 de marzo de 2011

Te pido perdón por..

Me paso los días pidiendo perdón.
Perdón por hablar, perdón por querer, perdón por desear, perdón por pedir perdón.
La sensación de buena para nada no me abandona con facilidad, pero ahora no es sólo eso, me siento al final de la lista, en la última página y en la parte de atrás. Como si hubieras escrito mi nombre donde ya no cabía, pequeñas y diminutas letras en las que apenas se me ve. Y si levanto la mano para llamar la atención, lo justo para decir, estoy aquí, mírame por favor. Entonces me miras, y me dices que no mereces mis reproches. Y yo, pido perdón, me lamento, me arrastro, para que no te enfades, no era mi intención, es sólo... que te echo de menos.
Y luego pido perdón, por haber pedido perdón, por si mis perdóname también te molestan.
Y ya no sé cuando hago algo bien, o cuando lo estoy haciendo mal.
Ojalá no fuese unas palabras mal escritas en un cualquier renglón. Ojalá fuese el título, el encabezamiento de cada capítulo. Ojalá apareciese tras cada punto, ojalá fuese principio y fin, ojalá estuviese escrita a tu lado en todos y cada uno de los renglones.
Y no tuviese que pedir perdón, por querer ser todo eso.

miércoles, 9 de marzo de 2011

....

Un día, derramas amor para mi, para que me resbale en el, para que coja velocidad, para que piense que puedo dejarme llevar.
Al día siguiente, me frenas en seco, levantas un muro para que me estrelle, llenas de obstáculos mi camino, y haces que desee detenerme.
¿Por qué?


lunes, 7 de marzo de 2011

Esperando un eclipse

Te veré por la mañana.
Te besaré con la mirada, y te abrazaré con el corazón.
Camuflaré mis te quiero en los buenos días.
Tú, alargarás la hora de irte, y yo, apresuraré mi paso para llegar antes.
Ese dichoso momento Lady Halcón, sólo unos instantes al amanecer, condenados a casi no vernos, y nunca tocarnos.

jueves, 3 de marzo de 2011

Silencio.

Viniste a buscarme, a buscar eso que según tú, sólo puedo darte yo.
¿Qué me has hecho? preguntaste
Estoy enganchado a ti, ¿por qué? volviste a preguntar.
Mi respuesta siempre es el silencio, y es que ya no te creo cuando dices que me amas. Soy de otro y lo presientes, pero como tú dijiste ni siquiera, en su momento, nos pedimos fidelidad. Apartas el pelo de mi cara buscando mis ojos y no te los escondo, lee en ellos, antes sabías, vuelve a hacerlo.
Me echas de menos, dices, bajo la mirada, no es a mi a quien echas de menos.
Quiero cenar contigo, pasar la noche contigo, quiero que vuelvas a vestir de negro para mi, quiero ser tu esclavo, quiero.. quiero.. quiero.. quiero..
Mi respuesta es siempre la misma, silencio.
No, nunca nos pedimos nada, absolutamente nada. Quizá por eso me diste tan poco, y yo, quería darte tanto.
Pude decirte con palabras todo lo que no querías escuchar, pero siempre supiste oír mis silencios.
Nunca sé si voy a volver a verte, dijiste.
Sí, sí lo sabes, ahora, lo sabes.