viernes, 31 de agosto de 2012

Y pienso...

Susurras sobre mi boca, entre beso y beso, te quiero, te quiero, te quiero.
Y sólo soy capaz de pensar en cuanto me hubiese gustado oír eso mismo, de otro.

Leo en la cama, son casi las diez de la mañana y debería levantarme para hacer todas esas cosas que cuando yo era niña llamaban, las tareas propias de mi sexo. En la mesita de noche vibra el móvil, es mi último día de descanso, no lo miro, y sigo leyendo. No sé si han pasado diez minutos o una hora cuando dejo el libro para mirar el mensaje.
¿Trabajas hoy?
Hace días que no sé nada de él, y es un alivio no llevar la cuenta de los días que pasan sin noticias de alguien.
No.
Contesto y espero.
¿Subes al centro? Me gustaría verte amor, te echo de menos.
Leo la respuesta y dejo que pasen unos minutos, no por hacerlo esperar, no sé si tengo ganas de verlo. Amor, que curiosa relación esta, amor, él me llama amor y yo lo llamo amor, y sin embargo no hay amor entre nosotros, no uso su nombre y él no usa el mío, aunque de forma extraña ha empezado a llamarme también cariño.
Acepto después de pensarlo un poco, no tengo nada mejor que hacer. Elijo con cuidado la ropa interior, rebusco un conjunto granate que le gustaba mucho, y salgo a encontrarme con él. Camino sin prisa y cuando estoy llegando suena el móvil ¿Impaciente?, no lo cojo, envió un mensaje "cinco minutos", y continuo sin prisa.

Abres la puerta al oír  mis pasos acercándose, como siempre. Han pasado meses y meses desde que estuve aquí la última vez.  Me sonríes, me abrazas, me besas, y vuelves a sonreír.
Has llegado hace sólo una horas, y soy lo primero que buscas al llegar, sonrió, como si te creyese. Me apartas el pelo de la cara para verme los ojos. Mírame, me dices, y yo, fijo mis ojos en los tuyos, pero no sé leer en ellos. Me hablas de puestas de sol, del Adriático, de cruceros, de lo mucho que has pensado en mi, de lo que me has deseado, de cuanto me has imaginado, y yo, sonrió, como si te creyese. Me abrazas por la espalda, me sujetas el pelo para besarme la nuca. Quiero besarte donde nadie lo hace, sonrío, pero esta vez porque es cierto que nadie más que tú me ha besado o me besa en la nuca. Mi vestido blanco termina en el suelo, y reconoces la ropa interior al instante. Te lo has puesto, me dices. Sí, contesto, y dedicas largos minutos a quitármela,  no tienes prisa. Y yo no dejo de pensar, como me hubiera gustado esa calma, en otro.
Soy tu musa y tu diosa, así me llamas,  y yo, sonrió, aunque no me siento como tal.  Tu placer es darme placer a mi, no he de hacer nada, sólo, dejarme hacer. Por una vez es también un alivio no pensar que hago para complacer, porque para conseguirlo sólo he de dejar que me complazcan.
No dejo de pensar, cuanto me hubiera gustado que otro se hubiera dedicado a mi, así.

Dos horas pasan rápido. Dejo que me ame, dejo que me hable, uso con él mi arma más secreta, mi silencio, nunca ha podido resistirse a él.

Eres una mujer para amar en las sombras, me dices.
Muy adecuado, pienso yo, pero no lo digo, sonrío, y callo.
Y todo va bien.
Sólo tengo un pequeño problema, comparo, y además, no dejo de pensar.



domingo, 19 de agosto de 2012

Querida enemiga.

Sólo tú no me abandonas,
y odio tu simple presencia.
Sólo tú respondes a mis palabras,
guardando un eterno silencio.
Lágrimas amargas,
que sólo tu eres capaz de enjugar.
Querida enemiga, odiada amiga.
Solamente, sola, soledad.

Llevo sola todo el fin de semana, sola, sola, sola del todo. Con la casa cerrada a cal y canto para que no entre el calor, para no salir yo. Dejando que el tiempo pase despacio, dejando que las horas agonicen y mueran una a una. Sin querer por una vez que vaya deprisa o que casi se detenga. Dejando que transcurra del todo a su antojo. Por una vez no le he reclamado nada, por una vez no le he pedido tiempo...al tiempo. El teléfono no ha sonado ni una sola vez, en el correo no hay letras en negrita ni sobrecitos cerrados que indiquen que tengo algo nuevo sin leer. Lo que haya sentido o pensado lo he masticado, sola. Siempre he sido buena en eso, sólo que es un deporte que había dejado de practicar. Pero es como montar en bici, nunca se olvida. Soy mi peor enemiga y mi única amiga. Nadie puede hacerme tanto daño como yo misma, nadie puede consolarme, como yo misma.



martes, 14 de agosto de 2012

De fines y principios... o eso creo.

No he venido por aquí ni de visita. Y no, siento decir que tampoco he visitado a nadie. Ahora me pesa pero... lo hecho, hecho está.
Empecé a escribir, y no es la primera vez que lo digo, porque necesitaba hablar, porque no hallaba con quien hacerlo, porque no tenía con quien hacerlo.
Dejé de escribir porque pensé que había encontrado quien me escuchaba, quien atendía hasta mis más locos desvaríos, la persona perfecta para mí, mi alma gemela, mi igual. Alguien de quien no tenía que esconder nada, ante quien podía mostrarme desnuda y no sólo de cuerpo. Alguien a quien entregué mi alma. Mis palabras fueron suyas, de voluntad propia se las entregué.
Alguien que ahora desenvaina su espada para defender a... a quien sea de mí.
Empeñé mi honor de caballero en una empresa imposible, te amaré pase lo que pase, eso dije, eso prometí.
Luché sin tregua en batallas perdidas de antemano, sacrifiqué mis tropas mil veces, y mil veces se levantaron para seguir luchando por mí, para que yo luchase... por él.
¡Dios mio! ¿Por qué permites que me equivoque tanto? ¿Por qué una, y otra, y otra, y otra vez?.
Regalé mis días, mis noches, mis sonrisas, mis sueños, mis esperanzas, mis caricias, mis besos, y todo el amor que era capaz de sentir. Lo regalé, sin pedir mucho mas que migajas.
Y cuando he reclamado las sobras que pensé que me pertenecían....
En fin... cuelgo la cota de malla, dejaré que mi espada se oxide, mi montura ya no descansa en las cuadras, ya no tengo honor alguno que salvar, ya no siento que haya de salvarlo.
Se acaban mis vacaciones, malas vacaciones en las que por desgracia no he podido ni siquiera desconectar del lugar en el que trabajo, cosas de la salud..
En cambio creo que he vuelto a conectar con alguien... o es eso... o simplemente busco quien me haga olvidar. Siempre ha dicho que me ama, a su manera, y conozco su manera de amarme. No pide y no pido, nada que interfiera en nuestras vidas, sólo encuentros, breves, muy breves algunas veces. Y al amor, el suyo por mí, a su manera, el mío... para darle el mío tendría que enamorarme de él, y no es el caso que de ahora en adelante, nos ocupará.
Y... desde luego, volveré a escribir.