domingo, 12 de septiembre de 2010

Francamente, queridos.

Cada vez que me ves, al despedirte, dices que no sabes si será la última.
No sé porque fui, me retrasé todo lo que pude pensando que ya no estarías. Al llegar te dije que pensaba que ya te habrías ido, y tú contestaste, que estaba loca si creía que te marcharías sin verme. Me sentaste en tus rodillas, y me besaste lentamente. Si el amor no entiende de razones, el sexo tampoco. Mi mente no se concentró de inmediato en ti, pero mi cuerpo sabía que le esperaba con cada una de tus caricias. Se preparó para ti, aún antes de que yo deseara ser tuya. Tanta humedad nos sorprendió a los dos. A ti te hizo perder la cabeza, y a mi, el resto de la ropa. Y perdido entre mis piernas, terminaste empapado de ese íntimo sabor que tanto te gusta, ese que echabas de menos, en lugar de echarme de menos a mi.
No me gustó que me gustara, aunque no sé de que me extraño. ¿Cuando ha formado el amor parte de nuestros encuentros?. Me haces dudar de todo, me haces dudar de mi.
Para serte sincera, creo que soy para él, exactamente lo mismo que para ti. Ninguno de los dos me quiere para si, a los dos os importo, pero desde lejos. Incluso es posible que eso mismo penséis ambos de mi. Que puedo amar unas horas, una noche, un par de días, para luego volver a mi vida. Pero sólo estoy aceptando lo que me ofrecéis, ninguno de los dos querría más de mi. Volvéis también a vuestra vida perfecta, donde yo, no tengo cabida. Y ojalá pudiera decir a todo eso, lo que dijo Clark Gable...
Francamente, queridos, me importa un bledo.

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