domingo, 25 de julio de 2010

Cuando deja de ser mañana.

Cuando mañana fue hoy, acudí. Mientras iba a tu encuentro miré el teléfono mil veces, tentada de poner una excusa tan tonta como creíble y darme la vuelta, por el simple hecho de ser yo la que una vez diga... no. Incluso me paré a comprar revistas y entonces fuiste tú, impaciente, el que llamaste. Enseguida estaré ahí, contesté, apurando el paso. Abriste al oír mis tacones detenerse en la entrada, ni siquiera tuve que tocar el timbre.
Sin tiempo, con prisas, casi con arrepentimiento. Tratando de convertir los minutos en segundos mientras nos arrancábamos la ropa. En la penumbra de la habitación, el zumbido del aire acondicionado, y como siempre, alguna opera, hicieron los coros a mis gemidos. Sí, no quería ser callada, ni comedida, y me da igual lo que piensen tus vecinos.
Cuarenta y cinco minutos después, te dejé ordenándolo todo como si no hubiera pasado nada.
Esta vez ni siquiera hubo un te quiero, quizá has decidido dejar de mentirme.
Me has llamado desde ese día varias veces, y no te he contestado. No estoy enfadada, ni dolida, no... no es eso... pero puede que eche de menos las mentiras.


1 comentario:

  1. A veces la indiferencia duele más que cualquier mentira...

    PD: Vale, te cedo la frase, pero si un día escribes un libro te cobraré derechos de autor... jajaja

    (K)

    ResponderEliminar