miércoles, 18 de agosto de 2010

Ayer, hoy, mañana.

Hay momentos de los que hay que distanciarse, para poder hablar de ellos.
Yo era tierra seca, yerma, y cuando estalló la tormenta dejé que el agua me empapase. Dejé que la humedad fuese calando poco a poco, y sí, quise ser barro en sus dedos y que me moldease a su antojo. La distancia en el tiempo no cambiará eso. No terminará de enfriar ni mi cuerpo, ni mi alma.
Él se enredó en mi pelo, y se entretuvo en libar de mis pechos. El deseo ardía en nuestros labios mucho antes de incendiar nuestros cuerpos.
Aún hoy me siento llena, plena.
Mañana he de volver al trabajo, a llevar reloj y uniforme.
Acabo de decírtelo, costumbre de que sepas como encontrarme, aunque la verdad es que ahora... no quiero verte.

2 comentarios:

  1. ME gusta mucho esta: El deseo ardía en nuestros labios mucho antes de incendiar nuestros cuerpos.
    Sublime! :)
    A veces la vuelta a la rutina nos ayuda a enfriarnos como el barro... y a veces, solo hay que dejar que el tiempo haga su labor, para ver que pasa...
    (K)

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  2. Cada cosa en su momento.

    Has leído a Luis García Montero, ¿verdad? Tu post me lo recuerda.

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