sábado, 23 de abril de 2011

Palomas.

Mis días comienzan y acaban igual.
Envío palabras, palabras que van y vienen alimentando un amor.
Siempre deseé escribir, desde que era una niña, quién me iba a decir a mi que las palabras escritas iban a significar tanto para mi. Quería hacer que los demás viesen, tocasen, oliesen, sintiesen, quería que vivieran a través de mis palabras. Sé que te hago soñar, que te hago amar y desear. Sé que sientes cada palabra que te envío, sé que me ves, que me oyes, que me tocas, que me hueles, que compartes mi vida y yo... comparto la tuya.
Pero también leo en lo que tú no me escribes, cada cosa, cada estado de ánimo que me ocultas, para que no me desespere, lo conozco. Porque tus palabras, las que te callas, las que no ven la luz, me lo cuentan.
Fue así como comenzó esta historia.
Nos veíamos casi cada día, y nos escribíamos al llegar a casa. Por escrito nos decíamos todo lo que no eramos capaces de decirnos a la cara. No era timidez, puede que prudencia, cautela tal vez, quizá ni tú ni yo sabíamos donde queríamos llegar, y fíjate hasta donde hemos llegado.
Eran pocas frases, un te eche de menos ayer, o un ¿has vuelto ya de vacaciones? o ¿trabajas mañana?. Abrimos nuestros corazones de par de par, sin darnos cuenta. Y el amor se coló en ellos, se instaló, y ahora hace de las suyas sin consultarnos.
Palomas, palomas mensajeras, así llamé a cada pequeño correo que llegaba hasta mi torreón.
Ahora vuelan a diario, manteniendo a ese amor cómodo y calentito en nuestros corazones.
Aunque ahora... los besos ya no son sólo escritos, ni las caricias... sólo descritas.

1 comentario:

  1. Lo que se dice... vuela, lo escrito permanece y también los hechos.

    A veces sin darnos cuenta una persona llega a nosotros atravesando un muro que nos hemos puesto ante nosotros rodeandonos pero sin ni siquiera a vernos dado cuenta, por miedo, por vergüenza e inseguridad tal vez entre otras muchas cosas que podemos sentir por aquello que nos haya pasado en otras determinadas circunstancias y te das cuenta de que quizás quien llega atravesar ese torreón es porque verdaderamente merece la pena, simplemente por haberse ''esmeredo'' en trepar tan alto, hasta la cima de la torre.

    ¡Besos! =^.^=

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