martes, 9 de agosto de 2011

Había una vez...

El viento sopla con fuerza hoy, comenzó de madrugada, robándome el sueño al hacer tintinear las lámparas. Un afilador anuncia esta mañana sus servicios, cuchillos, tijeras...y esa musiquilla que hace años que no oía. Una buena mañana para escribir un cuento.
Recordaba con el café del desayuno, el principio de toda esta ¿historia de amor?. Sí, en realidad justamente eso es lo que es, lo tiene todo, amor, pasión, deseo, celos, dificultades, si alguien la escribiese puedo asegurar que reúne todas las condiciones para ser una magnífica novela rosa, salvo el final, aún no tiene, y cuando lo tenga no creo que sea demasiado bonito. Pero tiene un principio.
Hace algunos años pedí un cambio de servicio, una de esas cosas que se hacen así casi de pasada, por dejar de oír a los que me decían que no fuese tonta y que buscase un lugar donde el trabajo, en apariencia, era menos cansado. El destino, porque otra explicación no hay, hizo que me lo concedieran, no tenía la antigüedad suficiente, pero, quien debía aceptarlo lo rechazó, y yo, cambié de ¿suerte?.
Y allí lo encontré, lo conocía de oídas, pero no le ponía cara al nombre. Con el tiempo me confesaría que hacía años que me observaba, y que lo llenó de alegría saber que precisamente yo iba a trabajar con él
Desde el primer día me sentí comoda con él, no me costaba hablarle, ni trabajar a su lado, no había mejores compañeros ni más compenetrados. Él me buscaba a mi, y yo, lo buscaba a él. Pasaron así un par de años, entonces alguien volvió a su puesto, desplazándolo a él del suyo a mi lado. Eso nos separó, ya no pasábamos horas juntos, como mucho un par de minutos a la hora del relevo, los mismos minutos que pasamos ahora, ni más, ni menos. Y así, transcurrieron otro par de años. Fuera del trabajo sólo coincidíamos en esas salidas que hacen los compañeros juntos, Navidad y fiestas de guardar. Cervezas, risas, baile, charlas, y esos ojos suyos que me atrapaban de vez en cuando, y en los que no me importaba perderme, aunque no sabía interpretar del todo sus miradas. Estábamos bien juntos, estamos bien juntos, y eso salta a la vista de todos.
Una noche tras una de esas "fiestas", tras haber sorprendido mas de una de esas larguísimas miradas, justo cuando me despedía, con esos dos besos que se dan los amigos, esos en los que dices... te veo mañana... y amparada quizá por las copas, le dije, ¿me das otros dos?, por supuesto dijo él. ¿Y dos más? volví a pedir, encantado, contestó. Ni que decir tiene que no estábamos solos, y lo sabíamos, así que los besos no pasaron de las mejillas, aunque como después le confesé, ardía en deseos de besarle largamente y sin prisas. A la mañana siguiente le escribí dándole las gracias, por ser tan amable conmigo.
Y empezaron las palomas, yendo y viniendo, yendo y viniendo. Cada día nos descubríamos un poquito de corazón el uno al otro. Con que cuidado, con que mimo, con que cautela, para que ninguno asustase al otro.
Él aguardó para decirme que me quería al momento preciso, a una noche llena de estrellas, al vino y las velas. Sí, sé que puede parecer poco original, pero fue precioso, y era la primera vez que alguien pensaba en tantos detalles para decirme algo así.
Decir que eramos las dos personas mas felices encima de la tierra, no sería exagerar. Él llevaba años esperando, mirándome desde lejos, queriendo decirme lo que me dijo aquella noche de verano. Y yo, llevaba tiempo preguntándome porque me sorprendía pensando en él en momentos y situaciones en los que casi no venía a cuento.
Sonrisas, creo que nunca he sonreído más en toda mi vida, y lo hago cuando lo recuerdo. Quise contener lo que sentía, porque ya era consciente de que no iríamos mucho más allá de donde estábamos. Quise hacerlo, pero me crecieron unas hermosas y enormes alas debidas al amor que me llenaba, me vi capaz de volar, de llegar a cualquier parte, era feliz por primera vez en mucho tiempo. Y dejé que me inundase, deje que el amor me llenase por completo y comencé a derramarlo para él. Y él, se bañó en ese amor, y dejó que el suyo hiciese compañía al mío, dos corazones que se entendían a la perfección, como si durante toda nuestra vida nos hubiéramos estado esperando, como si cada una de las casualidades que se habían dado nos hubieran estado conduciendo a esos momentos. El uno hacia el otro.
Y entonces, como en toda historia de amor que se precie, surgieron las complicaciones y los imposibles.
Fue la primera vez que trate de matar lo que sentía. Dije basta, esa vez lo dije, no puede ser, así no puedo, no puedo, no puedo. Lloré, y él lloró, porque no podía hacer nada, porque no encontraba consuelo para mi, porque lo ahogaba la rabia. ¿por qué hemos esperado hasta ahora? me preguntaba ¿por qué hemos tardado tanto en decirnos lo que sentíamos? Cada cosa tiene su momento, le decía yo, y este era el nuestro, a pesar de todo, era este.
Mi corazón se negaba a no sentir, se negaba a relegarse al olvido otra vez, no quería dejar de latir. No podía amarlo, pero no podía dejar de hacerlo. Y como en toda historia de amor que se precie, dejé de comer, dejé de dormir, y le dije que no podía dejar de quererlo, que no me importaba nada, ni nadie. Y a él, le pasaba exactamente lo mismo. Y volvimos a vernos, empezamos a alternar la felicidad con otras cosas. Puede que la vida no sea un camino de rosas, pero algunas veces pienso que alguien ha robado todos los pétalos, y ha dejado para nosotros, para mi, solamente las espinas.
El resto de esta historia de amor, capítulo más, capítulo menos, está escrita aquí.
Algunas veces pienso, sueño, imagino, fantaseo, con que algún día leeremos todo esto juntos, porque por arte de birlibirloque, los imposible perderán algunas letras, y todo será posible.

Amarlo así me duele la mitad de los días, pero es un dolor soportable, estar sin él.... simplemente me mataría.
Pronto volveré al trabajo, a los dos minutos al amanecer, al café deprisa que se toma conmigo aun sabiendo que todos nos miran, a la charla sin sentido mientras nuestros ojos se hablan, a las caricias distraídas, a querer robar un beso a escondidas, a que me tiemblen hasta las rodillas si lo consigo, si lo consigue, a los corazones desbocados.
Suelo decirle que nuestro cuento está algo así como por la mitad, estamos escribiéndolo, hay que esperar. La vida da muchas vueltas, en esta nos hemos encontrado, esperaremos a ver que sucede con la siguiente.

2 comentarios:

  1. La vida da muchas vueltas, sí.
    Muchas, muchas...


    Besos

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  2. ¿Conoces la canción "algo contigo", que cantaba José Manuel Soto y ahora canta Rosario Flores? Tu historia me recordó a parte de la mía de hace unos años, y esta canción me las sigue recordando a los dos. Lo malo es ese impedimento que hay entre vosotros; lo bueno es que hay Amor, eso nunca debe caer en el olvido.
    Fuerza y ánimos, querida Jo, si tienes que seguir viviendo esa historia, vívela como quien habita en un cuento de hadas y relega las lágrimas, por favor.
    Muchos besitos.

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